El domingo 6 de abril, en una mañana cálida y soleada de esta primavera adelantada que estamos disfrutando en Madrid, acudimos a la cita con Arturo para hacer el “Paseo por Madrid Río”, que nos ha programado para este día.
Partimos de la plaza donde está la Estación de Príncipe Pío y termina la Cuesta de San Vicente, que era el barranco por donde discurría el arroyo de Leganitos, que bajaba desde la Plaza de España hasta la entrada del Campo del Moro, campamento de un caudillo mozárabe, y desaguaba en el rio Manzanares. En el centro de la plaza está la Puerta de San Vicente que estuvo desmontada mucho tiempo, pero hace unos quince años el Corte Inglés pago su montaje para ponerla otra vez en pie.

En el s. XVIII Pedro de Ribera hace posible esta zona, haciendo practicable el barranco y el Campo del Moro, la calle y el puente de Segovia y organizando un paseo junto al río. En esta zona, por donde nos acercamos al río para seguir su curso en el paseo, había una zona de bancadas para lavar, tendederos, un asilo de lavanderas y la primera guardería de España para hijos de lavanderas, fundada por la reina Mª Victoria.

El río, que no tuvo nombre hasta hace dos siglos, nace en el Ventisquero de la Condesa, tiene 64 Kms de longitud y con Fernando VII se construyó su primer puente de piedra. Su primera canalización se hizo en 1914 y en guerra toda la zona quedó desbastada.
La Operación Madrid Rio se hace después del soterramiento de la M-30 para resolver la brecha que queda en la superficie, construyendo todo un paseo-jardín peatonal de 6 km. a ambos lados del río, con distintos espacios que sirven para solaz de los madrileños y aproxima las puertas de la Casa de Campo.

A la altura del Puente del Rey vemos la entrada del pasadizo que hizo construir José Bonaparte en 1811 para salir del Palacio Real hasta la Casa Vargas, cruzamos el puente y entramos en la Casa de Campo, donde está el palacete llamado la Casa Vargas, y frente a ella una gran fuente, que estuvo anteriormente en la Puerta del Sol y en la glorieta de Cuatro Caminos.

Muy cerca llegamos a la zona donde estaba la Huerta de la Partida, y casi al lado la fuente del Acero, donde venían a tomar las aguas ferruginosas las damas que sufrían opilaciones, obstrucción de conductos biliares por clorosis, que daba una gran palidez a las jóvenes.
Salimos de la Casa de Campo y otra vez estamos en el río, donde en sus dos orillas hay paseos para caminantes y ciclistas, salpicados de zonas de césped, parterres y abundante y variada arboleda, así como un larguísimo banco corrido para el descanso.

En los años 50 se hicieron 9 exclusas de estilo escuarialense, la primera está en el Puente de los Franceses, nosotros en el paseo vemos de la 5ª hasta la 9ª, en el tramo entre las dos últimas se ha dejado un canal de remo.

Por la 5ª atravesamos al lado izquierdo del río para ver la Ermita de la Virgen del Puerto, mandada hacer por el Marqués de Vadillo, construida en ladrillo visto por Pedro de Ribera. Desde aquí, subiendo una cuestecita, llegamos a lo alto del Puente de Segovia, por él atravesamos el río para sentarnos en una terraza al sol a tomar un refrigerio y descansar un poco.
Reanudamos el paseo, y bordeando el río por su derecha llegamos al Puente Oblicuo, necesario por el trazado de la M-30, cruzamos al otro lado y a pocos metros estaba el Sotillo del Manzanares, con una ermita dedicada a Santiago el Verde, donde el primero de mayo se celebraba una famosa romería.
Un poco más adelante está el puente del Principado de Andorra en forma de Y griega, lo atravesamos y siguiendo ruta llegamos a otro puente, el de Pontones, que desemboca en la Sacramental de San Justo y que también lleva a la Ermita del Santo.

Casi a continuación dejamos a nuestra izquierda el estadio Vicente Calderón e inmediatamente llegamos al Puente de Toledo, de Pedro de Ribera, formado con torreones que configuran sus siete ojos y en el centro de los pretiles dos hornacinas enfrentadas con las imágenes de San Isidro y Sta. Mª de la Cabeza. El puente es peatonal, arranca en la glorieta de Pirámides con sus dos obeliscos y desde él hay una vista fantástica de la Puerta de Toledo.

Dejamos a nuestra derecha unas casas que tienen en sus fachadas pintados Trampantojos y entretenidos en su contemplación nos sorprende de golpe uno de los puentes nuevos de este proyecto, el Puente de la Arganzuela, de Dominique Perrault, conocido por el de las Caracolas por su diseño, formado por helicoides cubiertas con malla metálica plateada, que cruza del paseo de Yeserías a la avenida del Manzanares.

Debajo de este puente se ve la playa urbana, que consiste en tres recintos acuáticos ovalados de suelo basáltico, que en verano sirven para remojarse. Un poco más adelante está el Obelisco que mandó construir Fernando VII, que como fuente estuvo en la Plaza de Castelar y posteriormente en la de Manuel Becerra, para venir aquí sin la fuente mucho menos lucido.

Pasamos ahora por una zona deportiva con pistas para practicar distintos deportes y llegamos a los Puentes de las Cáscaras, de Canogar, cuya estructura es como dos grandes canoas boca abajo y su interior está decorado con mosaico que reproduce escenas protagonizadas por vecinos.

Nos estamos aproximando al final del paseo viendo el invernadero de la Arganzuela, espacio recuperado para organización de eventos y el Matadero, reconvertido en espacios culturales para teatro, talleres y exposiciones.

Y llegamos al final del recorrido, con el monumental y poderoso Pegaso de Querol dominando desde el centro de la plaza de Legazpi.
Hemos andado como 6 kilómetros, estamos cansados y es muy tarde, en la misma plaza hay un atractivo restaurante chino, así que en una gran mesa circular acabamos compartiendo amistad, charla y comida. Inmejorable final para tan delicioso paseo.

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