Por la casa de Guadalupe desfilan cada año en Navidad montones de rotarios, familiares y amigos para visitar su nacimiento, que por esas fechas monta con ilusión, cariño y maestría.

Cada año es diferente por su distribución, nuevas incorporaciones y efectos especiales sorprendentes, con una extraordinaria iluminación da un ambiente calido e intimo que se extiende sobre diferentes escenas y personajes.

No falta de nada, el firmamento estrellado, en doble dimensión, pues un espejo estratégicamente colocado y un papel decorado a la espalda, hacen que los niños desde su altura se vean incorporados al propio belén; el desierto, con su oasis, por donde vienen los Reyes, el castillo de Herodes, con su amo a la puerta, en un paisaje agreste y duro; el río, los lagos, multitud de animales, cada uno en su medio; montañas, colinas, valles, prados, huertos con variedades de árboles, arbustos y plantas; casitas diseminadas y vecinos en sus actividades o camino del portal, lo más importante, donde la sagrada familia parece sentirse a gusto y calentita. Es tan bonito que uno no se cansa de mirarlo y Guadalupe lo muestra orgullosa y encantada y encima agasaja a los visitantes.

No es de extrañar que cada año haya de ampliar el plazo en que lo tiene montado, este año estará hasta febrero, pues hasta entonces tiene visitas concertadas. Va camino de convertirse en una exposición permanente. En las fotos vemos algunos de los detalles

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